Publicado en Rectoría, el jueves 14 de marzo de 2013

 

Dicen que si se ven afuera se reconocen. No importa la edad que tengan, la profesión o el barrio en el que vivan. Algo en la manera de hablar, un brillo crítico en la mirada. Aseguran que hay anécdotas repetidas de abogados, periodistas y hasta senadores de la Nación que se matan en estrados y debates, pero que no dudan en sentarse en la misma mesa a hablar de El Colegio, la manera con la que les gusta referirse al Nacional de Buenos Aires. Una sensación de fraternidad y una historia de excelencia educativa que hoy cumple 150 años. Y que no da el brazo a torcer. A un siglo y medio de su fundación, sigue siendo la meta educativa de muchísimas familias argentinas. En el último año la cantidad de aspirantes a pasar sus exámenes de ingreso aumentó un 25%.

Se creó el 14 de marzo de 1863 en la Manzana de las Luces, la más antigua de la Ciudad. Fue creado por el presidente Bartolomé Mitre, en el mismo edificio donde había funcionado el Colegio Real San Carlos y antes el Jesuita, la primera escuela del país. Siempre fue difícil entrar. Durante estos 150 años el ingreso modificó sus condiciones varias veces, pero nunca perdió su exigencia.

Hoy los chicos que quieren ingresar deben hacer un curso obligatorio al mismo tiempo que cursan el séptimo grado de la primaria en sus escuelas. Dan 10 exámenes. Cada año se abren entre 460 y 480 vacantes. “Este ciclo estuvimos al límite: entraron 481”, dice el rector Gustavo Zorzoli. La demanda por un pupitre en el Buenos Aires crece año a año. En el curso de ingreso de 2012 se anotaron 1.100 chicos, contra los 850 que lo hicieron en 2011.

“Muchos siguen una tradición familiar; pero la gran mayoría pertenece a familias que hacen el esfuerzo de mandar a sus hijos para garantizarles una educación de excelencia”, agrega Zorzoli. María Victoria Ehret (16), en cuarto año, es primera generación: “¿La diferencia con mis amigas de la primaria? Que les preguntás ‘qué leyeron en el verano’ y por ahí te contestan ‘nada’. Yo siento que aprendí a leer acá”.

La biblioteca del colegio es la cuarta más grande de la ciudad. “No se estudia con manuales que citan autores, sino que se leen los autores originales directamente”, explica Román Daffinoti (35), promoción 1996 y actual director de Extensión. Como en los grandes internados europeos, los deportes y las actividades artísticas son casi tan fuertes como lo curricular. “Es difícil entender como un chico va a tener ganas de venir un sábado a hacer algo que no suma promedio, pero la verdad es que no se quieren ir del colegio”, asegura Roberto Rodríguez (53), jefe de Departamento de Educación Física y egresado de la promoción 1978.

El Buenos Aires tiene 2.200 alumnos y 75 divisiones. “Todo el mundo habla de lo difícil que es entrar, pero creo que lo más duro es quedarse”, asegura Ignacio Ayala (17), de quinto año. Los chicos del Nacional no repiten. Si se llevan más de dos previas quedan libres. Se preparan durante todo el año y rinden las materias que se llevaron, un régimen que los acerca a las mesas de exámenes universitarias.

Desde 1911 el colegio depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La UBA aprueba todo lo que aprenden los alumnos. Los contenidos se actualizan cada año, pero el programa sigue siendo más o menos el mismo que desde hace un siglo, con zoología y latín en la currícula. “Queremos formar librepensadores. Estimular el espíritu crítico y el debate de ideas”, acota Zorzoli. Los profesores no promueven el silencio. “Una clase en la que no se cuestione al profesor no es una buena clase”, asegura Carlos Blanco (41), jefe del departamento de Arte y egresado 1990. Una formación integral que en estos 150 años hizo que la lista de egresados incluyera próceres, dos premios Nobel, juristas, políticos, economistas y artistas.

“Creo que tiene que ver con la eminencia del colegio. Los egresados se destacan en cualquier actividad intelectual. Estamos en todas partes. Y cuando nos encontramos, la gente que no fue al colegio nos pide que dejemos de contar anécdotas”, asegura Horacio Sanguinetti, rector durante 25 años y promoción 1953.

Según Walter Papu, egresado en 1979 y presidente de la asociación de ex alumnos, el espíritu de cuerpo está ligado a la adversidad. “Los chicos entran a la vida universitaria a los 11 años. El golpe es fuerte y hace que los lazos se generen en seguida y duren toda la vida”.

“Es raro, porque somos un montón y todos nos conocemos, aunque vayamos a turnos distintos. Estás en un bar, en un club, en una reunión y te das cuenta de que alguien con el que nunca hablaste es del Colegio. Es un orgullo pertenecer”, dice Ariel Vergara (18), alumno de sexto. Una prueba de que el honor se mantiene intacto aunque haya pasado un siglo y medio.