Publicado en Rectoría, el lunes 18 de marzo de 2013

¿Es el Nacional de Buenos Aires el mejor colegio del país? Esa fue siempre su fama, ganada a fuerza de excelencia. El único que supo ubicarse a su altura fue el Carlos Pellegrini, que ahora busca salir de un bajón estacional por conflictos de poder. El Buenos Aires, en cambio (pese a algunas tomas eventuales o vueltas olímpicas descontroladas), mantuvo en el tiempo un enfoque: la institución por encima de todo. De otro modo hubiera tenido mucho que perder. Lo principal, y que hace al prestigio bien ganado, es el contrato tácito que se comprometen a cumplir alumnos, docentes y directivos. Y que se traduce en el siguiente lema: “Seamos parte de la mejor escuela posible”. Hay allí una cuestión de fe que luego mueve a su antojo las bolillas de las ciencias y las sostiene en un “jueguito” cerebral virtuoso, como Messi con el pie. Que el colegio cuente en sus aulas con profesores universitarios y laboratorios de lujo, que sus estudiantes aún aprendan latín o que siempre se destaquen en las Olimpíadas de Matemática y Física, es una consecuencia de ese pacto inicial y silencioso. No se puede obviar a otras escuelas de gran nivel, incluso bilingües. Pero en ellas interviene el dinero como factor excluyente y la experiencia educativa se transforma en otra cosa. Es cierto que al Buenos Aires tampoco ingresa cualquier hijo de vecino. Aunque sí, tal vez, todos aquellos con la suficiente voluntad como para ser parte de ésa, la mejor escuela posible.
Pablo Sigal
Diario Clarín