Publicado en Comunidad, el lunes 14 de marzo de 2022

A la memoria de Silvia Mezzetti

Me entero de su partida y mi corazón se rompe. Me doy cuenta de que la foto que tenía junto a ella no la tenía guardada y que una en la que estábamos las dos la perdí, por esas crueldades del volátil mundo digital.

Imagino que le cuento a quien no la conoció quién fue Silvia Mezzetti o que, los que la conocimos, podemos desahogar la tristeza que deja su partida.

Algo tan fácil como decir que fue una gran docente.

Amaba con pasión lo que enseñaba. Podía hablar un mes entero de un cuento de cuatro páginas de Cortázar. Nunca nos hacía las cosas fáciles. Textos que nos dio para leer cuando teníamos 14, 15 años terminé leyéndolos de nuevo en la facultad. Sus oraciones sintácticas cómicamente imposibles, con todas las subordinadas que podía añadir. Su fascinación con Quino. La forma en que nos enseñó a leer de manera crítica los periódicos, diseccionando cada palabra para que no fuéramos nunca inocentes con lo que leíamos. La comunicación es un arma -una herramienta, digamos, en favor del pacifismo- compleja y podía ser nuestra.

Pero sobre todas las cosas fue una gran docente porque siempre estaba interesada en escuchar lo que tuviéramos para decir, fuera inteligente o no tanto. No juzgaba, no nos empequeñecía. La recuerdo triste cuando una vez no hicimos la tarea. Se sentó y esperó que la tuviéramos hecha. Su clase no podía empezar sin sus alumnos. Sencillamente no funcionaba. Porque ella no estaba ahí para hacer un monólogo, sino para escucharnos, la clase era un esfuerzo conjunto.

A nivel personal, entré al colegio sin demasiada motivación propia. Durante mi primer año casi no hablé en clase. Me sentía cómoda, pensaba, siendo lo más invisible posible. En segundo año tuve la mala suerte de tener que sentarme en los pupitres de adelante. Un día, en clase de castellano, me miró y me dijo "Carola, vos tenés las cosas hechas, ¿por qué no decís nada?" Sobra decir que en ese momento me morí de vergüenza. Pero eso tan pequeño, tan simple, me dejó una enseñanza enorme. Ser vista te cambia. Pero mucho más que te enseñen que, si tenés algo para decir, si has hecho tu trabajo, no hay que perder oportunidad de mostrarlo, de participar, de dejar que otros te escuchen.

Me apena muchísimo su partida. Me apena haber aplazado mandarle un mail contándole qué estoy escribiendo. Pero sé que somos muchos los que no la vamos a olvidar porque una gran docente, aunque parezca exagerado, cambia vidas.

 

Carola Inés Brandariz

Ex-Alumna

Promoción 2015