Publicado en Graduados, el viernes 07 de febrero de 2020

Nicolás Duna es director de orquesta, vive en Suiza y hoy trabaja en el Conservatoire de Musique y la École Rudolf Steiner de Ginebra. Alina Traine es arpista, se perfeccionó y trabajó en París y Basilea, y acaba de volver al país para ingresar a la orquesta Filarmónica de Buenos Aires y a los cuerpos estables del Teatro Colón.

Hablamos con ellos para conocer más sobre su vida profesional y sus reflexiones acerca de la música y los estudios.

  • ¿En qué momento surgió la vocación?

Alina Traine: En casa somos todos músicos, la música siempre ocupó un lugar especial en la vida familiar. Desde los cinco años empecé a estudiar piano y cuando tenía seis o siete les anuncié a mis padres que quería tocar el arpa. No sé muy bien de dónde salió, una de las historias es que quedé muy impresionada por el vestido de una arpista que vi en un museo. Mis padres siempre me apoyaron y acompañaron en esta decisión; enseguida consiguieron un arpita y una profesora.

Nicolás Duna: Yo no vengo de familia de músicos profesionales. Mis papás cantaban en el coro de padres de mi primaria, y mi hermana tenía una banda en su adolescencia. Había un teclado en casa y me gustaba tocarlo y sacar melodías de oído. Paralelamente al CNBA empecé a estudiar piano en una escuela de jazz, donde disfrutaba particularmente el momento de tocar en ensamble con alumnes de otros instrumentos, dar instrucciones, tomar decisiones de interpretación. Además, en esos mismos años tengo dos recuerdos musicales importantes: la ópera Carmen de Bizet, y la octava sinfonía de Mahler (la "sinfonía de los mil") en el Luna Park. Después del sexto año del CNBA me mandé a la Licenciatura en dirección orquestal sabiendo poco, poquísimo sobre música "clásica" y sobre orquestas. No sé si mi vocación surgió en un momento preciso o si fue un proceso largo; pero así como surgió, está en crisis permanente, lo que considero un rasgo saludable: el preguntarnos todo el tiempo por qué y para qué hacemos lo que hacemos. En todo caso, lo que puedo agregar es que a lo largo de la carrera universitaria aprendí muchas cosas técnicas que me ayudaron a entender más la música y, por lo tanto, a disfrutarla más. Y cuando empecé las prácticas de dirigir realmente una orquesta fue otro momento de revelación sobrecogedora, por el gran poder y responsabilidad que conlleva la función. Los momentos en los que siento que puedo guiar a un grupo humano amplio y diverso, con una buena predisposición de todes y una actitud proactiva, esos son los momentos en los que siento reflorecer mi vocación.

  • ¿Su paso por el CNBA los ayudó en algún modo?

A.T.: Creo que lo que más me aportó el colegio es la curiosidad por otras disciplinas. Terminé el secundario queriendo estudiar música, filosofía o matemática. De hecho hice el CBC para todas esas opciones y fue recién después que me incliné hacia la música. Fue muy importante para mí tener la apertura hacia otras materias. No hubiera podido dedicarme de lleno a lo que hago sin haber "probado" las otras posibilidades.
El Colegio me enseñó a pensar y a mantener un método de estudio. Por otra parte, más allá de las especificidades técnicas y creativas que involucran mi carrera artística, me brindó herramientas para reflexionar sobre el sentido de mi vocación.

N.D.: Creo que el CNBA me hizo la persona que soy a nivel intelectual. Me abrió la cabeza a distintas realidades (yo venía de un colegio católico de barrio. La familia en el barrio, la escuela en el barrio, los amigos en el barrio). De pronto conocí gente que venía de muy lejos, que tenía otras ideas, otros hábitos, otras religiones, gente que era abiertamente gay, gente que cultivaba otras estéticas muy distintas a la mía, etc. Aprendí a convivir con la otredad y a percibir la diversidad como algo bueno y enriquecedor. En segundo lugar, creo que el CNBA, con su formación humanista y enciclopedista, me enseñó a amar y a disfrutar el saber de casi cualquier tema. Hoy encuentro placer en aprender cosas que no tienen ninguna función utilitarista más que conocerlas y entenderlas. No me da lo mismo saber o no saber. Y creo que el CNBA me dio una cultura general amplia, rica y sólida. En tercer lugar, el hecho de haber aprendido inglés, francés y latín me despertó la pasión por los idiomas, y concretamente el latín me ayudó cuando varios años después empecé a estudiar alemán. Y ahora, que vivo en un cantón donde el francés es la lengua oficial y donde trabajo y enseño en francés, puedo decir que haber aprendido ese idioma durante 5 años en el CNBA fue una ayuda importantísima.

 

Alina estuvo radicada en Francia, donde se perfeccionó. Hoy vuelve a Argentina para unirse a la Filarmónica de Buenos Aires.

  • ¿Cómo llegó la posibilidad de irse a trabajar afuera?

A.T.: En un principio me fui a estudiar gracias a una beca del Mozarteum. Luego de terminar mi Licenciatura en la UNA, decidí seguir mis estudios en el exterior. Me fui porque sentía que tenía todavía mucho por aprender y el nivel de los músicos allá es excelente. Hice un diploma de arpa en Francia y luego un Master de interpretación de música contemporánea en Suiza. El trabajo de arpista y profesora en Europa vino después, con los contactos y la experiencia.

N.D.: Al terminar la licenciatura estuve un año y medio trabajando en un proyecto hermoso, el Programa nacional de orquestas y coros infantiles y juveniles para el Bicentenario. Dirigía una orquesta infantojuvenil en Ezpeleta, partido de Quilmes. Pero las condiciones de contratación eran muy malas, y me interesaba la posibilidad de tener una experiencia estudiando en otro país. Para todo lo que es música clásica, las opciones más fuertes eran Europa o Estados Unidos. Por afinidad cultural, me atraía más Europa. En un momento, en medio de una separación y con una pésima organización, pude mandar los papeles de postulación para maestría a una sola escuela: la Haute école de musique de Genève. Todas las demás escuelas que me interesaban ya habían cerrado el período de postulaciones. Unas semanas más tarde, me llegó la invitación para ir a rendir el examen, y esa fue la excusa para viajar a Europa por primera vez, en 2016. Tuve dos días de exámenes y gané entre 25 postulantes de todo el mundo la única plaza para máster. Luego, una vez instalado allí, conseguir trabajo fue difícil, mucho golpear puertas, mandar postulaciones, recibir rechazos. Pude obtener un cargo de bibliotecario en la biblioteca del conservatorio y unos meses después un cargo de profesor de música en una escuela, donde doy coro, orquesta, teoría y apreciación musical a niñes y adolescentes de entre 11 y 17 años.

Nicolás Duna: "el CNBA me dio una cultura general amplia, rica y sólida".

  • ¿Qué es lo mejor de su actual trabajo? ¿Cuáles son sus próximos proyectos o metas?

A.T.: Tengo la suerte de que mi trabajo actual corresponda con lo que siempre quise hacer. Acabo de ingresar a la orquesta Filarmónica de Buenos Aires y a partir de este año seré miembro de los cuerpos estables del Teatro Colón. Además, me gustaría también integrarme a la vida musical del país a través de proyectos de música de cámara y de música solista. No sé si puedo hablar de "lo mejor" de mi trabajo, pero disfruto mucho del contacto con el público. Estudiar música y hacer conciertos es un trabajo de comunicación y de transmisión, entre músicos y con la audiencia.

N.D.: De mi trabajo de bibliotecario de música, me encanta tener acceso directo a tantísimas partituras y libros de música, incluso primeras ediciones, facsimilares y hasta manuscritos. Es un paraíso borgeano. De mi trabajo de profesor, la verdad es que yo aprendo tanto o más que lxs pibxs. Y también hay una diversidad cultural muy rica, con niñes de distintas procedencias. Y ya el sólo hecho de dar clases en francés es en sí un gran desafío y aprendizaje.
En cuanto a mis próximos proyectos y metas, me gustaría seguir perfeccionándome en dirección orquestal y tener más experiencia con orquestas profesionales, y por otra parte me encantaría lanzarme a la composición, que es algo que quiero hacer desde hace un tiempo y todavía no me he animado.

  • ¿Qué sienten sobre volver a la Argentina?

A.T.: Estoy muy motivada por volver a Buenos Aires. La orquesta Filarmónica tiene un excelente nivel y hay una energía de trabajo muy linda. Estoy gestando otros proyectos también, de música de cámara, solista... pero todo eso es muy nuevo todavía para poder contarlo.

N.D.: La verdad que el corazón tira. Pero estoy en una etapa de desarrollo y perfeccionamiento musical y profesional, y en un momento de mucho descubrimiento a nivel humano. Mi papá siempre me dice que Argentina me dio mucho y que tengo que estar agradecido. A mí a veces me cuesta entender eso, porque Argentina no es una entelequia abstracta sino que es su gente, sus instituciones, etc. Y hay muchas cosas que todos sabemos que funcionan crónicamente mal. Pero sí lo entiendo a mi papá cuando pienso en toda la gente que me enseñó y me hizo crecer, y eso incluye a mi familia, a mis maestros de música y, por supuesto, al CNBA. No sé a dónde me llevará el camino, pero sí siento que me gustaría algún día y de alguna manera aportar en Argentina lo aprendido en tantos años y en lugares tan distintos.