Publicado en Graduados, el miércoles 07 de diciembre de 2022

Guadalupe Nogués es la autora de “Entender un elefante”, un libro surgido durante la pandemia que indaga en la estructura de ese tipo de problemas, y en qué hacer para atravesar en el futuro desafíos similares, con menos daño y sufrimiento. Además de doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires y comunicadora en temas vinculados con las ciencias, es graduada y docente de Biología de quinto año del CNBA. Desde hace más de una década se desempeña en áreas como la popularización de la ciencia, la comunicación y la promoción de métodos informados por la evidencia, tanto para la política pública como para organizaciones civiles y empresas.

¿De qué trata "Entender un elefante"?

"Entender un elefante" es mi segundo libro, que fue publicado recientemente por el sello Debate. La bajada del título es "Qué podemos aprender de la complejidad de la pandemia para enfrentar la próxima catástrofe global". Lo que me propuse al escribirlo fue ayudar a entender la complejidad, en particular los problemas complejos que todavía tenemos pendientes como humanidad, y ofrecer además algunas ideas sobre qué hacer al respecto.
En este libro hablo de la pandemia, pero solo para ejemplificar un problema que es salvaje, complejo. Es decir, una situación en la que se afecta un sistema multidimensional y dinámico que tiene además un fuerte componente social. Mi foco es en realidad exponer la estructura de este tipo de problemas porque, aunque los hechos no se repiten, los procesos sí lo hacen.

¿Qué lugar puede tener el análisis de los procesos en una sociedad donde prima la instantaneidad y la fragmentación analítica?

Interesante pregunta. Es importante mirar las cosas que ocurren, y hacerlo a medida que ocurren. Pero ese no debería ser nuestro único insumo al tratar de entender mejor el mundo que nos rodea. Es relevante también intentar descubrir los patrones que se repiten, identificar mejor el esqueleto subyacente. Especialmente si lo que nos importa es salir de la pasividad de limitarnos a describir la realidad y pasar más intencionalmente a actuar sobre ella.

¿Cuál podría ser el aporte de la comunidad científica en la próxima catástrofe?

Si bien mi formación fue en el campo de las ciencias naturales, fui descubriendo con el tiempo (tarde, a mi gusto) que necesitamos muchas otras disciplinas científicas, incluyendo a las humanidades. Para próximas catástrofes (y también para las actuales, como la crisis climática, la pobreza o la escasez de agua y comida en algunas regiones) es importante que podamos generar el mejor conocimiento científico posible, y el más amplio posible, desde todo el menú de ciencias que logramos desarrollar.
Pero eso no es suficiente, desde mi perspectiva. Para abordar la complejidad de los problemas actuales y futuros, necesitamos más y mejor conocimiento, más y mejores expertos especialistas en cada una de las disciplinas, y también más y mejores expertos generalistas, capaces de tener puentes y ver la imagen completa. De estos últimos hay pocos, todavía.

¿Cómo se aborda la cuestión de los procesos en tu aula del CNBA?

Lo que me resulta más hermoso de las ciencias naturales (y de las ciencias fácticas en general) es que no se trata solo de un cuerpo de conocimientos ya logrados, sino que también son una manera de obtener esos conocimientos. O sea, la ciencia es un producto, y además es un proceso en el que a partir de preguntas que podemos tener sobre el mundo usamos estrategias metodológicas (como observaciones y experimentos) para responderlas.
Lo que valoro de ser profesora de biología de quinto año del CNBA es que, si bien por supuesto debemos seguir el programa de la materia, hay cierta libertad de cátedra para enfocarlo y ajustarlo levemente según la perspectiva de cada docente. Cuando puedo - que es menos de lo que me gustaría - trato de hacer foco en estos procesos y no solo en la información que mis estudiantes deberían aprender. En la práctica, a veces es contar la historia de cómo se logró un conocimiento científico, o destacar patrones que reaparecen a lo largo de la evolución de los seres vivos. Otras es realizar actividades en el aula que le permitan a los estudiantes, de manera guiada por mí, "redescubrir" algo por su cuenta. También suelo dar situaciones problemáticas para que ellos puedan, a partir de lo que saben y de la información específica que yo les doy, formular hipótesis y extraer conclusiones.

Tu trayectoria profesional arranca en el laboratorio (licenciatura, doctorado, posdoctorado) y hoy continúa en la divulgación y en ser un nexo con el mundo de la toma de decisiones. ¿A qué se refiere ese mundo, por qué es importante llegar a él y cómo es la recepción de tus aportes?

La ciencia profesional es una actividad en la que se genera conocimiento nuevo. Esto es, sin duda, muy importante, pero en mi caso me motivó más dejar ese camino para enfocarme en otra cosa, que es trabajar en que ese conocimiento se mueva, que llegue a personas que puedan aprovecharlo. Así fue como hace ya muchos años me volqué más a la docencia y la popularización de la ciencia. Hace una década que me desempeño en construir puentes entre lo que sabemos y lo que hacemos, para que la mirada científica, de la ciencia como un producto y también como un proceso, pueda ser un insumo relevante en la toma de decisiones en general, pero especialmente para la política pública. Tanto mi primer libro ("Pensar con otros", disponible completo y gratuito en pensarconotros.com) como "Entender un elefante" intentan aportar en ese sentido.
En cuanto a la recepción de lo que hago, estoy muy contenta. Suelo vincularme en mi trabajo con organizaciones de todo tipo, funcionarios, empresas y muchos otros actores, y en general valoran mis aportes y los de tantos otros que, como yo, tratan de sumar en construir estos puentes entre el mundo académico y el de la toma de decisiones.

¿Qué herramientas sentís que te aportó el CNBA (cuando fuiste alumna y hoy como docente) para transitar ese camino?

Es difícil de responder esta pregunta. Como a tantos otros graduados de este Colegio, mi paso por sus aulas despierta en mí una sensación de amor-odio. Estoy muy agradecida hacia el CNBA como institución que, de estudiante, me abrió las puertas a un mundo muy amplio y diverso, tanto en conocimientos como en lo social. Quiero al Colegio (si no no sería docente), pero creo que hace mucho que no busca desafiarse a sí mismo para construir algo superador. Persisten todavía prácticas y miradas más propias del siglo pasado que de este, y creo que le debemos a nuestros estudiantes actuales y futuros, y a la sociedad que financia nuestro colegio, una revisión profunda y autocrítica.

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