Publicado en Graduados, el miércoles 28 de octubre de 2020

Rodrigo Díaz (graduado CNBA 1999), es físico, se dedica a la astronomía, fue investigador en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE-Conicet) y hoy del Centro Internacional de Estudios Avanzados, de la Universidad de San Martín. Trabajó en Ginebra en el equipo del astrónomo suizo Michel Mayor, ganador del Nobel de Física de 2019 junto a Didier Queloz, por su detección del primer exoplaneta en 1995 -un antes y un después en la astronomía-. También lideró el equipo que el año pasado detectó el tercer exoplaneta más cercano al Sistema Solar, un anuncio importantísimo para el mundo científico.

Es un verdadero orgullo que el Dr. Rodrigo Díaz hoy dicte el Curso de Exoplanetas en el Departamento de Astronomía del CNBA para la Comunidad del Colegio.

¡Conocé la historia de Rodrigo en esta entrevista!

¿Cómo fue tu inicio en el mundo de la astronomía?
Empecé en 4°año con los cursos optativos en el Observatorio del Colegio. Luego estudié física en Exactas de la UBA y en medio de la carrera, empecé a trabajar en el CNBA como ayudante. Cuando me gradué obtuve una beca doctoral del Conicet y empecé en el IAFE a profundizar y especializarme en exoplanetas, tema que me absorbió. De ahí me fui a Francia para hacer un postdoctorado, y luego a Suiza.

¿Qué te atrajo del estudio de los planetas extrasolares?
Es un campo que se mueve muy rápido. Hoy en día somos varios los que nos dedicamos a exoplanetas, pero al principio, cuando buscaban el primero, era un campo un poco “mal visto”, que no parecía que iba a dar frutos pronto. No era estimulante para los investigadores jóvenes que necesitan hacer carrera rápido. Pero la detección del primer exoplaneta en 1995, que ameritó el Premio Nobel de Michel Mayor y Didier Queloz, rompió paradigmas. Se abrió la puerta a un campo nuevo: si antes éramos 4 equipos de dos personas cada uno, en todo el mundo, estudiando esto, ¡ahora hay miles!

Contanos sobre el descubrimiento del año pasado.
Con nuestro equipo, detectamos el tercer exoplaneta más cercano al sistema solar. Hay más de 4000 planetas conocidos, pero lo importante del que nosotros anunciamos y publicamos a principios del año pasado es que, al ser el 3° más cercano, se va poder estudiar con mucho más detalle. (Para leer más sobre este trabajo, ver aquí).

En el curso se tratarán el estado actual y las perspectivas futuras del estudio de los planetas extrasolares.

Volviste a la Argentina: ¿cómo son las perspectivas de trabajo acá?
Como todo en la vida, tiene cosas buenas y malas. Sin duda, si logro seguir trabajando es porque sigo en colaboración con los equipos de afuera: si no tuviera eso, se me complicaría mucho seguir avanzando como hasta ahora. El artículo que publicamos el año pasado no hubiera sido posible, entre otras mil cosas. Pero por suerte, esa relación con los equipos internacionales se mantiene viva; tenemos un financiamiento que nos permite visitarlos, y por ejemplo, un estudiante que terminó la licenciatura en física bajo mi dirección, ahora hace un doctorado en Ginebra. Y ese es uno de mis objetivos: que la comunidad argentina se empiece a incluir, de a poco, en estos grupos. En definitiva: además de la familia, una de las razones para volver acá fue devolver algo de todo eso que me dio la educación pública, desde la primaria hasta el doctorado.

¿Cómo te sentiste con tu formación, cuando fuiste a trabajar al exterior?
Cuando me comparaba con graduados de otras universidades de Europa y Estados Unidos, no tenía nada que envidiarles en cuanto a la formación, más allá de los recursos materiales. Nunca estuve en desventaja. Acá la carrera de Física es un poco larga comparada con otros lugares, lo que trae ciertos inconvenientes, pero también te da un bagaje importante.

Rodrigo encontró su pasión por la ciencia en el Observatorio del CNBA, donde se dan clases de Astronomía para los alumnos.

¿Creés que la aparición en los medios y la difusión de tu trabajo te abren puertas?
Creo que esas cosas se van notando a largo plazo. No existe la fantasía de que uno sale en los medios y entonces te llaman para ofrecerte instalar un nuevo telescopio… Nunca pasó. La notoriedad en los medios no es mala, e incluso los temas científicos están apareciendo más en los medios últimamente, pero no es la esencia del trabajo. De todas formas, yo estoy comprometido con responder a los medios y con la difusión, y esto -que a veces es a expensas de la investigación- es para devolverle a la sociedad y para defender la importancia de la ciencia y la investigación básica. Quiero poder instalar eso en la opinión pública: me gustaría que en el futuro, la sociedad exija que los candidatos a una elección tengan una idea clara sobre el desarrollo tecnológico del país.  El trabajo que se hace acá en el CNBA también tiene un rol importante: estamos formando personas que tal vez no sigan este camino profesional, pero que quizá tengan roles importantes en distintas organizaciones.

¿Cómo recordás el inicio de tu vocación?
Conté con una ayuda enorme de mi familia: mi madre es matemática y durante muchos años fue docente universitaria, y mi padre es ingeniero. Había una base muy fuerte de ciencia en mi casa, por eso no tuve problema a la hora de decidir la carrera. Hay un trabajo enorme por hacer para que las carreras científicas se instalen en la sociedad como caminos viables. A veces, las carreras tradicionales se llevan mucha gente que tal vez tiene una vocación más parecida a la del investigador científico, pero no lo sabe, nunca lo descubre porque nunca se puso en contacto con eso, o nunca tuvo un profesor que lo haya incentivado.

Por último: ¿cuál fue el rol que tuvo el Colegio en tu carrera?
Todo nació acá. Fue mi primer contacto con instrumental astronómico de verdad.